#12 Las amigas que solo pudimos tener desde la ficción
Lanzamiento de mi libro y reflexiones sobre Sailor Moon
¡Hola! Estos días he estado muy ocupada, concreta y emocionalmente, en todo lo que ha supuesto mi nueva publicación literaria, la antología El idioma de los dragones (Trazos de Aves, 2023). Puedes conocer más de la obra aquí:
Ha sido un periodo muy caótico (de “confusión emocional”, como le llamó mi sicóloga).
Por un lado, me ha reencontrado con la agobiante búsqueda de espacios de difusión para mi obra, lo que siempre me ha abrumado por mis dificultades para relacionarme con otras personas y entender sus códigos sociales, llenos de ambigüedades. Esto, además, en tiempos en los que parte del público lector de estos espacios se ha dejado permear por la ideología de lo instantáneo y vistoso de las redes sociales. Por fortuna, personas que me han apoyado desde hace tiempo han estado también aquí, ahora, para brindarme su estima una vez más 🥰.
Por otro lado, ha sido muy bella la experiencia de que mis historias aniden en los corazones de los lectores. Ya he recibido comentarios muy bellos del libro en Goodreads. En general los lectores que conozco y que me han informado que han adquirido la obra están muy contentos. He sentido mucho su aprecio y me ha ayudado mucho en estos días, en los que he estado aquejada por otras cosas personales.
Espero que esta alegría percibida prevalezca en la presentación del libro, que se realizará el sábado 15 de abril a las 17:00 pm, en el Espacio 330 (Barrio Yungay, Santiago Centro). Esta será una presentación colectiva, en la que se lanzarán las tres primeras publicaciones de la editorial Trazos de Aves. En mi caso, oficiará como presentadora la académica Cielo Ospina, quien ha estado impartiendo últimamente cursos centrados en el cuento de hadas, y quien también fue alumna de mi curso “Rumbo al Reino Peligroso: una introducción a la literatura de Fantasía” (que se repetirá este año; pronto comunicaré más detalles por esta vía). Para mí era muy importante contar con una persona que pudiera hablar con respeto y conocimiento de la Fantasía y los cuentos de hadas (materia de base para estos relatos).
Sospecho que la mayor parte de los suscritos y lectores a este boletín no son chilenos, pero igualmente comparto el cartel de anuncio, que además está muy tierno:
Fuera de este anuncio (si son chilenos y pueden ir, ¡me encantará verlos!), quería compartirles un par de reflexiones en las que he estado pensando. Echaba de menos escribir de esto, además de compartirles mi trabajo habitual en textos o publicaciones generales.
Sobre Sailor Moon
Hace unos días, me topé con un tuit muy interesante de la cuenta Horror4Kids:
Traducción aproximada:
La muerte de las Sailor Scouts fue una sorpresa para muchos padres e hijos. Un padre en particular, Arata Owada, sostuvo que su hija se sintió tan conmocionada ante el final que contrajo una fiebre de 40°C (104°F) y tuvo que ausentarse por una semana del kindergarten para reposar en casa. Cuando al fin la llevó al doctor, este le dijo que había sido por autointoxicación, y le preguntó si la niña había sufrido algún tipo de trauma o conmoción reciente.
Me conmovió profundamente pensar que el cuerpo y la mente de aquella niña, ante el impacto de ver la muerte de sus queridas heroínas, hubiera sentido una verdadera sensación de pérdida, hasta el punto de enfermarse. Es muy intensa la relación que los seres humanos podemos establecer con la ficción y sus personajes. Me hace pensar también en lo difícil que es adentrarte en el mundo como niño, y de qué forma justamente la ficción es un importante medio, en el sentido literal de algo que “media” entre dos o más cosas.
Algunos dicen los niños tienen dificultades para separar ficción de la realidad (algo que otros refutan), pero quizá sea a veces que ellos recuerdan mejor que nosotros que ambas están muy imbricadas, y que en ciertas circunstancias esa separación no es tan rotunda como desearíamos creer. Por supuesto, esta ambigüedad también podría ser peligrosa: niños que intenten imitar a personajes con poderes sobrenaturales y que se arriesguen por ello, o como esta misma niña, que sufrió mucho y llegó a enfermarse. Pero creo que ahí también debería poder mediar un adulto cariñoso y responsable.
Lo cierto es que creo positivo que este tipo de historias, intensísimas, hayan estado al alcance de muchos niños, como sucedió también con los latinoamericanos. Como millenial, recuerdo haber visto animés muy fuertes para mi corta edad, que se promocionaban como infantiles solo porque eran animados, y eso tuvo un gran impacto para mí, como receptora y creadora de historias. Se sorprenderían si les comentara cuánto influyó el martirio de los protagonistas de Saint Seiya en Obra Mayor (vi la serie como a los 7-8 años, creo); yo misma me he sorprendido al constatar cuánto ha habido de estos pasajes de Sailor Moon en esta historia, cuando los he revisitado.
La muerte sucesiva de las Sailor Scouts, al margen de que después revivan, es estremecedor. Me recuerda a ese bulo que circuló un tiempo sobre su creadora, Naoko Takeuchi, que decía que ella había creado a las muchachas porque era el tipo de vínculo con otras chicas que ella nunca tuvo en su juventud. Por supuesto, cuando me enteré de esto, exploté de emoción: la amistad y tooodas sus penurias son un tema esencial para mí, tan inclinada a perder amigos.
Resultó ser falso, pero para el caso, ¿qué importa? No es que no vaya a distinguir entre falsedad y realidad, pero sí comprender este dato como una mitologización. Tuvo mucho sentido para mí y me sanó algo adentro, porque me hizo sentir que no era la única que hacía eso, que había otros artistas que trabajaban en su ficción formas alternativas de reparar los dolores de su espíritu.
Aunque de niña no sentí tanta cercanía emocional hacia las Sailor Scouts (graciosamente, porque era muy marimacho y me daba grima entonces confesar que algunas cosas “de niñas” sí me gustaban), comprendo perfectamente que una chica sin amigas pudiera encontrar en la amistad de todas, que además eran muy diferentes entre sí, un consuelo y una esperanza a su propia soledad.
Así que, en una zona especial de mi corazón, este bulo sí es cierto para mí. Que la ficción nunca deje de ser una vía de restauración para los que hemos estado rotos, nunca.
Otra revelación importante que quisiera compartir en relación con Sailor Moon se refiere también al final de la primera temporada, con Serena (Usagi; le llamaremos Serena por fines emocionales), obviamente transformada, enfrentándose a la Reina Beryl.
Me reencontré con este segmento de la historia, obviamente en la versión latina, por primera vez desde mi infancia hace unos años, y me estremeció: comprendí que entonces yo era la Reina Beryl. Su discurso nihilista no se diferenciaba mucho del que había adoptado en mi vida adulta: “Recuerda que el mundo ya está manchado, que es sucio y malo”.
Serena, sin embargo, lo enfrentaba desde la esperanza y la bondad. Desde la Fantasía. “Creo en el mundo que mis amigas intentaron proteger a costa de sus vidas”. ¡Todo eso con el opening en japonés de fondo! Luego, Serena recuerda a sus amigas, y el espíritu de estas, como Sailors Scouts, le entregan secuencialmente su poder en el enfrentamiento, al son de sus respectivos gritos planetarios.
Es una locura lo hermoso que es esto. Nunca entenderé por qué cierta gente se ríe de estos tópicos narrativos y en cambio se desvive por otros mucho más mundanos y carentes de sentido. Podría gritar en este momento, mientras escribo estas líneas, de solo recordar lo bella que es esta escena y lo mucho que me hace llorar cuando la veo otra vez.
Quisiera expresarles lo muy importante que ha sido para mí verme reflejada en la villana. Cuando la gente común se enfrenta a los cuentos de hadas, suele irse en la crítica de género porque le molesta que la princesa sea siempre pasiva y el príncipe azul deba rescatarla, lalalá, etcétera. Pero yo soy todos los personajes del cuento de hadas, porque esencialmente no son ni personajes, sino funciones arquetípicas. La princesa soy yo, pero también el príncipe y hasta el dragón. Todos ellos son parte de mí, de ti.
Si extiendo esa lectura a una obra como Sailor Moon (contemporánea, con personajes ya definidos, y sin embargo afín al cuento de hadas como toda historia de Fantasía), puedo verme perfectamente en la Reina Beryl y en Sailor Moon misma. Son dos partes de mí las que se enfrentan: la parte que odia al mundo por el daño que me ha hecho y la parte que aún cree que hay bondad en él. Ahora, ¿quiénes serían las Sailor Scouts? Quisiera pensar que son mis amigos, los que aún creen en mí y me valoran, a pesar de los tropiezos. Podría pensarlas también como rasgos de mi carácter, pero creo que aquí conviene establecer una distancia entre personaje y función. Quiero recordar que las jóvenes eran seres individuales, con sus dolores y alegrías, y que es su individualidad también lo que le da poder a Serena.
Para terminar con estos recuerdos, quisiera compartir el monólogo que Serena realiza al final del enfrentamiento, en la versión latina:
Cuando me levanto en la mañana, veo como el viento mueve las cortinas blancas como la nieve. El reloj cucú suena para decirme que ya son las siete. Entonces mamá grita: "Ya levántate o llegarás tarde a la escuela". Le contesto a medio dormir: "Por favor, déjame dormir tres minutos más". Todos los días llego tarde a la escuela y la maestra me hace estar parada en el pasillo. También saco malas calificaciones en los exámenes... Después de clases, comemos hotcakes y quedamos fascinadas con los vestidos de fiesta que están en los aparadores de las grandes tiendas. Me encantaría volver a tener una vida así... Me encantaría.
Es increíble el poder dramático que tiene este sencillo monólogo. Ignoro si será una traducción fidedigna del japonés (sabemos que nuestra escuela de doblaje intervino muchísimo algunos guiones), pero nuevamente no me importa. Me conmueve mucho recordar estas palabras de Serena ahora que soy una adulta más o menos templada. Serena era una adolescente, una niña. Una bien torpe e inmadura, claro, junto a otros defectos varios. Si yo hubiera sido su compañera o coetánea, quizá no hubiéramos sido amigas… ¿o quizá sí? Porque las amigas de Serena eran todas muy distintas a ella, ¿lo recuerdan? Las unían dos cosas esenciales: el cariño y el destino como Sailor Scouts. Pero, con todo, seguían siendo adolescentes, con inquietudes, sueños y tristezas adolescentes.
Cuando Serena rememora su vida cotidiana, vemos el enorme contraste entre este pasado y su presente, su destino. Su relato es sumamente trivial, y es esencial que lo sea. Quizá ningún niño o adolescente debería vivir ciertos destinos (ciertamente, nadie debería ver morir a sus amigos por una causa en común), y sin embargo así es la vida. Las historias magnifican y estilizan situaciones que muchos de nosotros hemos vivido en nuestra infancia o juventud, y las recargan de un sentido y un dramatismo del que resulta a veces más fácil aprender. Y, con todo, ese anhelo final del monólogo es desgarrador: ojalá ni ellos, ni estos personajes ficcionales, tuvieran que abandonar sus vidas triviales por todo este dolor.
Por eso nos debemos a ellos, a nuestros queridos héroes de antaño, muchas veces más compasivos, pacientes y amorosos que muchas personas que nos rodearon en el pasado, para que no tengan que sufrir en sus vidas de ficción la gran derrota que nos amenaza siempre en nuestro mundo real.
Por eso también, supongo, somos creadores.
Artistas.
¡Y es todo! ¿Les ha gustado esta reflexión? Me gustaría poder retomarlas más seguido en los boletines. Cuénteme qué les ha parecido, si les gusta(ba) Sailor Moon o alguna otra obra del género Magical Girls.
Espero que podamos seguir en contacto 😊.