#20 Los lectores que no nos leen
Lecturas destacadas de 2023, Antaño en Chile y una reflexión sobre lectorías
¡Hola! Empezamos un nuevo año en el Boletín de Fay. Que no sea el último, pero quién sabe… ¡Nadie sabe! Todo es incierto, salvo la imaginación y la muerte.
A continuación, les comparto la prometida entrada de mis lecturas destacadas del recién pasado 2023, les aviso de la llegada de mi libro Antaño a Chile y les extiendo una reflexión sobre las lecturas de autorías específicas vs. lecturas de géneros.
Mis lecturas destacadas de 2023
Una de mis entradas favoritas y más desafiantes es la que dedico a mis lecturas más llamativas del año, con reflexiones de diversa extensión sobre cada obra. Como considero razonable, solo las publico al inicio del año siguiente, pues sigo leyendo hasta el último día de diciembre.
En esta oportunidad, leí muchas obras interesantes de Fantasía, como podrán suponer a partir de la imagen adjunta. Ojalá encuentren alguna próxima lectura a partir de algún comentario mío.
Pueden leer la entrada de recomendaciones aquí:
Antaño en Chile
La edición local de mi antología Antaño está a punto de desembarcar en territorio chileno, vía Trazos de Aves, la editorial que publicó El idioma de los dragones.
Como he comentado antes, Antaño se publicó originalmente en México desde el sello Casa Futura. Ahora llega a Chile tras un convenio con Trazos de Aves, a través de solo 100 ejemplares físicos.
(Me causa gracia lo de “solo” porque yo considero que CIEN libros ya es MUCHÍSIMO para una desconocida rata de dos patas, adefesia mal hecha, como yo. Así que prefiero pensarlo en un sentido comparativo con las ediciones tradicionales independientes, que son de 300 libros).
En realidad, no tengo claro si me sigue gente chilena en este boletín además de mis amigos; quizá haya alguna estadística en Substack, pero detesto las estadísticas. Como sea, cumplo con la labor de informarles de que la preventa está abierta durante febrero y que los ejemplares comenzarán a despacharse a partir de marzo.
He preparado esta grafiquita en Instagram para anunciar esta información:
Acá está el enlace para que hagan su reserva:
Y acá está el enlace a la subpágina de Antaño, con información sobre la obra y sus primeras reseñas:
Los lectores que no nos leen
Hace un tiempo, leí una reflexión curiosa de un escritor nacional de género en la que he estado pensando. No es común que los autores locales hagan reflexiones literarias que espoleen la curiosidad, o incluso que hagan reflexiones literarias de cualquier tipo, así que me pareció llamativo ahondar mis propios pensamientos sobre ella por escrito. Omitiré la identidad del autor porque creo que, como comenté previamente, no me sigue mucha gente chilena por acá, y no me interesa tanto resaltar su perfil, de por sí famoso en estos lares, como quedarme con la interrogante que sugirió. Espero también que a nadie se le ocurra pensar que esto es un ataque a su persona, ni mucho menos. De hecho, concuerdo en un punto especial con él. Ya verán.
Este escritor se preguntaba por qué no existían, al menos en el contexto chileno, lectores propiamente de género, y en su lugar solo teníamos lectores de autores individuales. Es decir, por qué teníamos, por ejemplo, un grupo más o menos delimitado de lectores de la obra de Mariana Enriquez y no del terror como expresión estética, tanto de trabajos canónicos en el género como de exponentes más recientes, e incluso locales.
Esta es una pregunta muy interesante, y de hecho yo misma abordé una expresión concreta de este problema en mi ensayo “Di amigo y entra: una discusión de la obra de J.R.R. Tolkien como portal de entrada a la Fantasía” (2020), sobre lo extrañeza que me producían los lectores (académicos o casuales) a los que solo les interesaba J.R.R. Tolkien y que no parecían sentir mayor atracción por la literatura de Fantasía.
Ahora bien, esta presunción del autor podría surgir en principio de una mirada sesgada. Por supuesto que sí hay lectores de géneros en Chile, como en todas partes, pero quizá este autor está pensando en grandes comunidades lectoras que se hagan notar en el campo cultural correspondiente. Como este autor es también un best seller (dicho aquí de manera descriptiva y no peyorativa, obviamente), quizá también está pensando en comunidades lectoras capaces de impulsar las ventas y las conversaciones en torno a ciertas propuestas autoriales nacionales.
Chile es un país muy largo, pero su población lectora es reducida. Dentro de mi propio sesgo, creo que hay dos grandes fuerzas lectoras muy notorias, a las que denominaré de una manera desenfadada (favor no enojarse): las culturetas, vinculadas al mainstream literario (academia, crítica literaria formal, autores y editores de ciertos sellos independientes prestigiosos, etc) y la fandomita, vinculada justamente a ficción de género y formulaica (los books-X con sus reseñas en redes sociales, y en general los participantes muy activos en comunidades virtuales especializadas, con sus propios códigos de expresión y comunicación).
Por supuesto, en medio surgen todo tipo de lectorías más matizadas o anómalas, en donde supongo que me sitúo yo misma en algún islote solitario, con mi obsesión por reflexionar y estudiar sobre una estética literaria, la Fantasía, que normalmente (erróneamente) se asocia solo a una fórmula literaria comercial. Ya he comentado muchas veces, entre la sorna y la tristeza, que yo no tengo un lugar real de enunciación: soy demasiado cultureta para los fandomitas, y demasiado fandomita para los culturetas. Pero, como en realidad tampoco creo tener un lugar real que habitar como persona, me he ido resignando con el tiempo a estos intersticios existenciales.
Como sea, esta simplista distinción de grupos lectores me sirve para retomar el planteamiento de este escritor. Creo que, efectivamente, tanto culturetas como fandomitas chilenos están focalizados en autorías específicas antes que en géneros. No he visto muchos textos o pensamientos críticos dedicados a estéticas literarias de maneras generales, como podría haber sido en su momento la aburrida conceptualización de la “literatura de los hijos” en la academia/crítica, o como podría ser ahora una reflexión sobre el romantasy en el fandom. Quizá, en el caso de los culturetas, el problema viene de su resistencia a asumir que la mayor parte de la producción literatura chilena normativa está enmarcada también en géneros: el realismo o la autoficción, por ejemplo. Obviamente, han surgido algunas investigaciones o ensayos en torno a ambas expresiones, pero siguen pareciéndome menos que las dedicadas a los trabajos de autores particulares desde ellas.
Entonces, este es un problema transversal. ¿Qué compartirían los campos culturetas y fandomitas? Además de su miseria y mezquindades esenciales, creo que podría ser interesante pensar en la relevancia habitual que aquí (y quizá en otras partes) se le da a la persona por sobre a la obra. Ser escritor (identidad, realización personal) por encima de escribir (acción, destino). El escritor que vende muchas copias en su sello transnacional, el escritor de cuyos libros se escriben muchos papers y tesis de grado y posgrado.
Lo paradójico de esto es que, desde mi visión personal, resulta finalmente imposible aquilatar el valor real de una autoría específica si no se la enmarca en el campo estético en el que se inscribe. Incluso un autor tan definitorio como Tolkien, que sentó las bases de un modelo cultural de suma relevancia para la fantasía moderna (incluso para los que se obsesionan por cuestionarlo, o quizá sobre todo para ellos), se entiende mucho mejor cuando se conocen y aprecian sus referentes y sus verdaderos herederos literarios.
En esto concuerdo con la inquietud del escritor citado.
Pero, por otro lado… ¿No resultaría lógico también pensar que eso es precisamente a lo que apunta un autor cuando elige escribir desde una estética: hacerla suya, desde su propio estilo y propuesta literarios? Y lógico también, siguiendo esta línea, que un lector pueda apreciar estos trabajos individuales por sobre otras expresiones.
Mariana Enriquez, para retomar el ejemplo original, es alguien que ha conseguido darle un sello muy suyo a sus particulares incursiones en el terror. Por otro lado, se trata también de una autora con trayectoria y madurez, que ha llegado a despuntar como escritora validada y a la vez popular luego de muchos años en el ruedo. Escucharla hablar de literatura, para mí, es escuchar una escritora “de verdad”, al margen de que se pueda simpatizar o discrepar de algunos de sus juicios: alguien que ama la literatura, escribirla y leerla, que ha leído a sus maestros y que tienen visiones personales sobre sus trabajos.
Y esto no es algo que encontremos con facilidad en Chile, en género. De momento, sostengo que no existen autorías locales equivalentes en propuestas a lo que ha estado haciendo Mariana Enriquez. Esto es así, y no pasa nada con asumirlo. Argentina tiene otra tradición literaria, y en general me parece (sesgo, opinión personal: atención) que ha tenido igualmente una relación menos turbulenta con la tradición imaginativa. Cuántos narradores imaginativos descollantes tenés, nos podrían decir de allá, y pucha, qué se le va a hacer: apretar los dientes y seguir escribiendo en la soledad y el vacío, como tendríamos que hacer incluso si la situación fuese elogiosa.
En fin, que esta tensión me recuerda al nefasto cliché del “Tolkien chileno”, que se usa en este país cada vez que un autor local publica una novela de Fantasía en un sello transnacional (imagino que esto pasa también en otros países). Pero incluso este mote parece medio en desuso hoy en día, quizá porque Tolkien ya no es un referente de moda.
De hecho, este mismo escritor citado se preguntaba por qué los lectores de Alas de sangre, la popularísima novela de Rebecca Yarros (!), no se acercaban a las obras de Fantasía de cierto autor local… quien escribe historias que en realidad no tienen nada que ver con aquella serie. Alas de sangre se presenta como una obra de Fantasía, pero su espíritu de romantasy la lleva a otros derroteros literarios, y parece atraer más a los lectores (¿lectoras?) por razones muy diferentes al amor por lo imaginativo, como en su momento exploré en este ensayo mío, que me dejó un abollón personal.
La analogía, creo yo, se tendría que plantear con alguna autora local de romantasy. Seguro que las hay; no tengo interés personal en conocer sus obras.
El asunto es como si yo me lamentase que los lectores de Brandon Sanderson (el autor citado lo usa también de ejemplo; no es que yo esté obsesionada con este señor, como podría parecer) no me leyeran, solo porque se supone que tanto él como yo escribimos “Fantasía”. Probablemente, muchos de ellos no encontrarían en mi Fantasía lo que ellos buscan en las del autor estadounidense, y les resultaría quizá una experiencia decepcionante, aburrida y mediocre, dos estrellas en Goodreads, pero “En realidad, 2,5”, porque no hay sistemas de magia, worbuildings, tropes, la prosa es enredada, etcétera.
Pero la situación no mejoraría mucho si alguien buscara a Ursula K. Le Guin, una autora fundamental para mi propia propuesta, en mí. Hay influencia de ella, obviamente, pero yo soy yo y ella es ella. Y ella, aunque fue joven alguna vez, contó con una larga vida para desarrollar su obra, y escribió en inglés y vivió en el Primer Mundo. Nuestros contextos no son homologables. Más que querer “ser [como] ella”, quisiera poder dar con una precisión estilística y una hondura de sus temas equivalentes en mis propias historias de Fantasía, por ejemplo. Siempre hablo de mis autores referentes como Maestros, entre otras cosas, por esto: existe una distancia y una relación de aprendizaje con ellos. Dios me libre de sentir algún día que los he “alcanzado” o “superado”.
Al final, creo que cavilar demasiado, desde la frustración, por qué los lectores de autorías populares no nos compran ni leen mucho a nosotros no es positivo para nadie. Ni para los autores locales, que ya tenemos suficiente luchando para escribir y publicar nuestras propias narrativas, ni para los lectores que tienen claro qué es lo que buscan en cada autor que prefieren por sobre otro (por sobre nosotros). Nuestra responsabilidad, creo, está concentrada en nuestras propias historias, y acaso, como he asumido yo en algunas instancias, en mostrarle a lectores bien dispuestos otras historias valiosas, más allá del mesón de novedades y de los nombres gringos que resuenan como campanas, o más simple aún: más allá de nuestros amigos personales (algo que a mí me resulta más sencillo porque casi no tengo amigos escritores nacionales).
De ahí en más, cada quien está a solas con lo suyo, como debe ser. Que vendamos más o menos, que la gente nos recuerde o nos valore, ya es un asunto que se escapa de nuestras manos. Cuesta, pero tenemos que soltarlo. La vida es corta, y nada quedará de nosotros cuando la acabemos.
Con todo, ojalá pudiéramos ser menos los “X chilenos” (o sus epígonos) y que nuestros nombres tuvieran su propio valor, aunque pienso que sería aún mejor que fuesen nuestras propias historias se encargasen de transmitir lo más bello e importante de nosotros. Después de todo, nuestros nombres nos fueron impuestos, y al menos a mí los míos no me dicen mucho más que el sufrimiento personal al que acepté tributar desde mi firma, sin seudónimos ya: solo contamos con el gran Nombre de nuestra literatura.
Y será también olvidado, como todo lo existente, pero al menos nos quedará el consuelo de que luchamos por nuestras propias palabras, en lugar de perseguir la alargada sombra de las de los demás.
¡Eso es todo! Espero que Antaño guste en los lectores chilenos que apostaron por él.
Quería contarles, por último, que al fin terminé el remake de Super Mario RPG, y todo fue tan bello como ha sido siempre, como tenía que seguir siéndolo. A veces todas las chimuchinas literarias me parecen estupidísimas cuando las comparo con este tipo de experiencias íntimas. Pero, paradójicamente, de lo que es más importante cuesta mucho más escribir, y al final te das cuenta de que, si lo logras, no debe ser algo para el mundo.
Cosas de estar vivo escribiendo, supongo.
¡Hasta el próximo boletín!
hehehe que me dio risa el link del "casi no tengo amigos escritores nacionales"