¡Hola! Escribo este boletín tras ya unos días luego de mi viaje a Santiago para presentar mis libros, principalmente mi obra de ensayos, La añoranza feérica (Imaginistas, 2024).
Como he comentado en otros sitios, fue una experiencia muy intensa, pero para bien: muy cálida en el presente, esperanzadora para el futuro y hasta reparadora respecto al pasado. De hecho, una de las palabras clave en muchos de mis testimonios sobre mi viaje, tanto en RRSS como en textos privados, fue “impensable”: todo esto parecía impensable años atrás.
Trato de esforzarme para no pensar desde un sistema meritocrático, pues no me gusta la idea de que uno “merezca” cosas, así sean buenas o malas (básicamente, porque me ha hecho mucho daño pensar desde ese marco), así que he procurado concebir esta experiencia como una gran gracia que no solo me ha ayudado a recomponer mi identidad como “escritora que publica”, sino también con otras personas relacionadas con la literatura imaginativa.
De cualquier forma, esto no es más que el inicio de otro proceso personal en el incierto camino escritoril, así que por ahora no hay mucho más que me anime a compartir de manera pública al respecto.
Les comparto a continuación mi recuento fotográfico de los eventos en mi cuenta de Instagram:
Aquí les dejo el texto de presentación que leyó/interpretó Emilio Araya en el lanzamiento de La añoranza feérica, gentilmente publicado por la Revista Phantasma, web chilena de literatura:
Y aquí les comparto la grabación de audio de mi segunda charla, “Y sin embargo, hay dragones… Mi viaje en la fantasía”, que orienté hacia una suerte de recorrido biográfico personal en mi relación con la Fantasía (no me he dedicado a oírla porque, como medio mundo, no soporto oír mi voz, que además siempre me ha parecido un poco extraña):
Recuerden que La añoranza feérica se puede comprar en Chile y en otros países latinoamericanos (y España), vía Buscalibre:
Edición mexicana de El idioma de los dragones
Como algunos recordarán, mis editoriales Trazos de Aves (Chile) y Casa Futura (México) hicieron un enroque con mis publicaciones originales en cada una. Así, Trazos de Aves publicó hace unos meses la edición chilena de Antaño, por lo que ahora es el turno de Casa Futura de hacer lo propio con la edición mexicana de El idioma de los dragones. Ambas ediciones comprenden un número limitado de 100 ejemplares.
Actualmente, el libro se encuentra en preventa hasta el 31 de julio de 2024, con un pequeño descuento. Si están en México, pueden adquirirlo en la tienda de la editorial:
Disponibilidad de mi paper sobre la Saga de los Confines
Ahora, la rareza del mes.
Hace ya varios años, publiqué un paper que escribí sobre la Saga de los Confines de Liliana Bodoc, titulado “Trascendiendo el imaginario latinoamericano: la Fantasía en la Saga de los Confines de Liliana Bodoc”. Este apareció en el libro Literatura para infancia, adolescencia y juventud: reflexiones desde los estudios literarios (Editorial Universitaria, 2016), una obra académica editada por el desaparecido colectivo CIEL Chile, dedicado a la investigación de literatura infantil chilena y latinoamericana. El libro fue financiado por la Universidad de Chile, a través del Fondo Rector Juvenal Hernández.
Fue mi primera publicación académica importante, aunque en realidad ese adjetivo siempre tiene matices cuando trabajas con Fantasía o eres una persona como yo en la academia (o en la vida en general). Como sea, nunca tuve una copia digital del PDF del libro, y nunca conseguí escanear mi capítulo en particular a partir de mi ejemplar impreso, así que me limité a subir el mero registro de su existencia en Academia.edu y mi web personal.
Pero hace poco, mientras recordaba la olvidada existencia de esta obra, busqué información sobre el libro en Internet. Por supuesto, no había casi nada, pero descubrí con sorpresa que un usuario lo había subido entero, como scan, a Scribd. Había pasado ya tanto tiempo que me imaginé que a nadie le importaría que yo rescatara ese PDF perdido para mi portafolio, así que recorté las páginas de mi capítulo y lo subí a Academia.edu, donde al fin ha quedado abiertamente disponible. ¡Muchas gracias a ese usuario por rescatar el trabajo! 🏴☠️💖
No he vuelto a leerlo porque me da vergüenza (fue en esos años en los que seguía enojada con el mundo), y creo que tiene algunas erratas e inconsistencias importantes que me molestan. Pero bueno: existió y aquí está ahora, por si lo quieren leer:
Aquí está la crónica de publicación que escribí en su momento, y que tampoco he releído:
Edith Nesbit y Lewis Carroll
Por razones que espero explicar más adelante, he estado estudiando papers y capítulos de libros sobre Fantasía infantil victoriana-eduardiana. Como es obvio, el nombre de Edith Nesbit es una presencia destacada en estos estudios. Nesbit fue una genial autora de Fantasía de la época, un referente de crucial importancia tanto para la literatura infantil en general como de la Fantasía en particular.
La cosa es que, en uno de esos textos académicos que revisaba (ya no recuerdo cuál), me topé con un comentario, casi a la pasada, que me ha dejado pensando. De manera parafraseada, la idea era que tanto Lewis Carroll como Edith Nesbit eran autores descollantes, pero que en realidad solo Nesbit había creado una escuela sobre cómo escribir determinada Fantasía infantil.
Y algo me hizo clic en la mente: ¡es cierto!
Algo que siempre me ha llamado la atención, en cuanto a la apreciación de la bilogía de las aventuras de Alicia, es que la academia y el mundo cultural latinoamericanos valoran al personaje, al autor y sus novelas, a veces incluso en contextos en los que la literatura infantil y juvenil como concepto es despreciado o mirado con condescendencia. Sin embargo, esa valoración no se extiende a la tradición de la Fantasía infantil que se forjó a partir de la herencia victoriana-eduardiana. Un fenómeno que me recuerda a lo que apuntaba en mi ensayo sobre la apreciación de J.R.R. Tolkien (ensayo que pueden encontrar en su versión definitiva en La añoranza feérica): es como si el autor se concibiera en el vacío.
Solo que, en este caso, ahora se puede entender este aislamiento desde el legado del propio Carroll, cuya específica rama de humor y absurdo en la Fantasía no parece haber tenido tantos epígonos nítidos como cabría de esperarse, considerando el hito de sus novelas infantiles. Esto favorece el pensamiento en la obra de Carroll, sobre todo desde Letras Hispánicas, como como una suerte de excepción en el panorama de la LIJ.
Lo sorprendente del asunto es que Edith Nesbit sí tiene una estela tremenda como autora infantil de Fantasía, contando con herederos tan insignes como C.S. Lewis, Roald Dahl o Diana Wynne Jones, todos además tributarios confesos de su trabajo.
Confieso que no termino de entender por qué entonces Nesbit es muchísimo menos conocida por estos lares que Carroll. Se me ocurren algunas hipótesis, sin embargo.
La primera es de índole práctica y guarda relación con la aparentemente accidentada traducción de las obras de la autora. Hasta donde alcanza mi conocimiento, en el Cono Sur solo se editaron algunos trabajos de ella a través de la desaparecida Editorial Andrés Bello, y además en su sede argentina, con las traducciones de la escritora Márgara Averbach. En España y Latinoamérica en general, han surgido algunas otras ediciones, pero todas las que he descubierto son de editoriales independientes, que aquí (cuando se encuentran) se consiguen a precios más bien altos. Supongo que la dificultad de circulación vigente de estas obras en español atenta contra su conocimiento y lectura, en comparación con las muy ubicuas novelas de Carroll, que incluso se leen a veces en los planes lectores.
La segunda hipótesis es más ideológica.
Hace unos años, una escritora chilena escribió un ensayo titulado “Nunca quise ser Alicia”. El texto compartía algunas de sus impresiones y recuerdos como niña y joven lectora, y luego como adulta escritora. Sin embargo, el fragmento que me interesa es el siguiente:
Honestamente, confieso que nunca quise ser Alicia. Es más, siempre me pareció escalofriante la perspectiva de que el mundo ocurriera al otro lado del espejo. Que, de pronto, existiera la posibilidad de despertar en un mundo loco. Yo no quería un mundo loco, yo quería entender por qué el mío era una demencia: comprender el gris; por qué mis padres hablaban a puerta cerrada; por qué nuestras preguntas quedaban suspendidas en un silencio incómodo; de qué palabras estaban hechas sus miradas de costado. […]
Este párrafo siempre me pareció loquísimo, más que cualquier disparate que se encontrara la Alicia de Carroll. Y no lo digo por la fantafobia expresa, ese inexplicable miedo de llegar a un mundo secundario (“Why are Santiaguinos afraid of dragons?”, etc). Ni siquiera por el hecho, obvio para cualquier Fantasista, que una forma estupenda de conocer el gris del mundo primario es a través del arco iris que lleva a Faërie.
Lo digo porque, si volvemos a la obra de Carroll, descubrimos que lo que describe esta autora chilena es como otra forma de ser Alicia.
Porque la Alicia de Carroll era ante todo una niña curiosa, pero muy, muy racional, que buscaba imponer su sentido de lógica un mundo secundario (el País de las Maravillas, el Otro Lado del Espejo) construido con base en retazos de absurdo y de sus propias reglas de funcionamiento interno. A tanto llegaba esta obcecación que, si el lector recuerda, ambas novelas terminaban cuando Alicia se enfrentaba a las sendas autoridades de estos entornos, destruyendo de golpe su tejido onírico.
Entonces, retomo el planteamiento original: en Hispanoamérica, al mundo académico y cultureta le interesa Alicia porque refleja sus propios impulsos de desesperada racionalidad (sic) ante la maravilla alocada que sugiere la Fantasía. Si bien Nesbit aporta bastante lógica a sus propias historias de Fantasía de portal, su tratamiento es más sofisticado desde su propia consistencia, y quizá eso también se le resienta a estas personas.
Como he dicho, son apenas hipótesis.
Aunque quien no me conozca pueda pensar lo contrario, en realidad yo adoro las historias de Alicia, sobre todo Al otro lado del espejo (siempre me gustó el ajedrez, pero mis capacidades intelectuales no están a la altura de este interés). Mientras más vieja me pongo, creo que menos me llevaría con ella (¡qué es eso de solo valorar libros con ilustraciones!), pero me sigue pareciendo un personaje fabuloso, justamente por lo que supone insertar a alguien que arrastra su propio delirio en un mundo que exhibe una locura aparentemente incompatible. Además, por fortuna, Alicia en sí misma es bastante rara, lo que contribuye a azuzar los conflictos de las obras sin caer el incordio de estar leyendo las desventuras de una normie en un mundo de Fantasía.
Por consiguiente, no eliminaría jamás a sus historias del canon. Pero sí quisiera concederle más espacio a Nesbit y a sus propios relatos, sobre todo por la urgencia de arrancar la raíz fant- del onirismo surreal que sugieren los imaginarios de Carroll y devolverla a donde pertenece, a la Fantasía: historias en las que aparezcan dragones y criaturas feéricas varias, aunque sea para entorpecer el ya muy anormal mundo de la Inglaterra victoriana.
De ahí que, entre otras razones, esté retomando la lectura de algunos de estos trabajos.
Les contaré de qué iría el asunto cuando termine de concretar mis planes…
¡Y eso es todo por este mes!
Ojalá que, si no fueron o no pudieron ir a los eventos en Santiago, se animen a revisar los recuentos y testimonios de estas experiencias.
¡Nos leemos más adelante!