¡Hola! Ya cerrando el año, me han surgido nuevas oportunidades de presentación de mi trabajo autorial y de mis obras en Santiago de Chile. Todo esto ha venido gracias al financiamiento generoso para los pasajes de mis editores chilenos de Trazos de Aves, Eduardo Graells y Daniela A. Sánchez, y al alojamiento de mi editor de Imaginistas, Donald McLeod.
Compartiré a continuación esta información, comentaré una bonita distinción que recibió El idioma de los dragones y exploraré una reflexión sobre seres invisibles y quienes, a pesar de todo, parecen verlos y recordarlos igualmente.
Cita con la autora (yo) en Pavana Libros
Pavana Libros es una librería capitalina joven y muy entusiasta que ha prestado su espacio para realizar diversas veladas literarias íntimas con sus autores y sus públicos, en un contexto compacto y cercano. Gracias a las gestiones de Trazos de Aves, esta vez será mi turno para participar en esta posición.
Ahora, si bien la obra destacada es El idioma de los dragones, naturalmente pretendo hablar de todo lo que he hecho y publicado últimamente, si se da la oportunidad.
Dónde ➡️ Pavana Libros (Av. Italia 1334, Local 3, Providencia. Metro Parque Bustamante).
Cuándo ➡️ Domingo 1 de diciembre de 2024, 17:00 hrs.
Lanzamiento de la antología Mosaico. Un imaginario de Trazos de Aves
La antología Mosaico, como su subtítulo sugiere, contiene diversos cuentos escritos por autores que han sido publicados por Trazos de Aves desde sus orígenes en 2023, en sus sucesivas “bandadas” (como la editorial llama, originalmente, a cada tanda de publicaciones). Como el sello dispone de diversas líneas, es de esperar que el título de la colección refleje bien la heterogeneidad de la propuesta.
En mi caso, elegí mi cuento “La marca de las estrellas” para participar, que se publicó originalmente en mi libro Antaño. Como Antaño se publicó en una edición reducida en Chile, pensé que no mucha gente llegó a conocerlo en su contexto original. Es también uno de mis pocos cuentos conocidos en los que uso una primera persona narrativa (explícita y conscientemente artificiosa, por lo demás), así que eso contribuye también, creo, a su anomalía dentro de mi propia producción.
Por otro lado, sospechando que los otros cuentos antologados no iban a ser tan afines a lo imaginativo, por razones intuibles, creí que este relato podría maridar mejor con otras propuestas debido a sus temas vertebrales: maternidad y profecía, o cómo una madre solitaria, feral y tosca reacciona ante una profecía impuesta hacia su hija a medida que la ve crecer. Sé que otros cuentos de la antología abordan temas de paternidad/maternidad desde ópticas variadas, así que al menos ahí encontrará compañía directa.
Acá van las claves del evento, que espero que sea una bonita instancia celebratoria por todo lo logrado por la editorial:
Dónde ➡️ Pavana Libros (Av. Italia 1334, Local 3, Providencia. Metro Parque Bustamante).
Cuándo ➡️ Lunes 2 de diciembre de 2024, 19:30 hrs.
En el caso de los lectores chilenos, pueden ya comprar el libro en la tienda virtual de Trazos de Aves:
El idioma de los dragones recomendado en Troquel
Una sorpresa verdaderamente inesperada fue enterarme, gracias precisamente a Trazos de Aves, que mi antología había aparecido en la web de Troquel como una obra merecedora de su sello “Recomendado”, que versa:
Libros que despiertan el interés en las y los lectores y que destacan por algunos de los criterios que el comité de valoración ha señalado, pudiendo sobresalir por su calidad literaria, gráfica, estética o material.
Troquel es una agrupación chilena dedicada a la promoción y valoración de literatura infantil y juvenil (LIJ) publicada en el país, sobre todo a través de la emisión de boletines periódicos y actividades varias de formación.
He comentado anteriormente que tengo una relación conflictiva con la LIJ. Si bien hace una década tenía mucho entusiasmo y pasión para intentar escribir desde sus frentes, diversas experiencias negativas e injustas, así como desencuentros varios con personas que se movían en ese pequeño campo (pueblo chico…), me fueron apartando de esos deseos iniciales.
Hoy tengo más claro que nunca que mi norte y mi corazón es la fantasía en sí, y que si parte de lo que escribo desde ella resulta ser considerado como LIJ como algunos, pues estupendo. Si no, estupendo también. Pero no es algo que en principio volveré a buscar de manera explícita, y sobre todo si para ello debo renunciar a la imaginación.
En su momento, escribí sobre todo este proceso personal con la LIJ como escritora en mi post-mortem lijero:
Entonces, la noticia de esta selección de Troquel me parece muy bonita como compensación a varios dolores relacionados con esto y con la incomodidad aparente con la que alguna gente vinculada a la LIJ en Chile recepciona mi obra, por ser mayormente ignorante en fantasía y en su tradición, desde la que yo escribo (y vivo).
En este caso, incluso, Troquel ha identificado correctamente el lector al que está dirigido el libro: “Fantástico/Maravilloso”. No ha acertado, eso sí, con el género de la obra, porque se trata de una antología de cuentos y no de una novela. No es la primera vez que me pasa eso con El idioma de los dragones, en todo caso, y no sé si será porque la antología personal de cuentos es un género menos explorado en estas líneas o porque quizá el eje conductor del reino de Fabularia mueve a la gente a leer la obra como una suerte de novela fix-up.
En fin: lo importante es que se ha valorado la obra y que, como siempre pienso respecto a estas pequeñas distinciones, esto quizá la ayude a moverse un poquito más y llegar a más lectores, que tal vez no arribarían de otra forma a ella.
Aquí pueden leer el comentario dedicado a El idioma de los dragones en Troquel:
Sobre ser invisible y ser visto
Estos días no he parado de darle vueltas a un texto que leí en la cuenta de Instagram del artista visual y educador sureño Javier Soto, titulado sencillamente “¿Dónde está Wally?”. Mejor que explicar de qué va el texto, prefiero invitarlos a leerlo antes de continuar con esta reflexión:
La anécdota y la forma en la que Javier eligió para contarla me recordaron un pasaje, también anecdótico, que mi propio editor Eduardo (también autista, como yo) comentó en su entrada “Reflexiones en los 40+1: el eco de un grito”, a propósito del recuerdo de un ex compañero de liceo cuyas “anomalías” recuerdan al Wally al que alude Javier. (Curioso: ambas historias provienen de espacios escolares no mixtos, y en este caso ambas en “espacios de hombres”).
Yo también fui una Wally escolar, a mi manera: más suave, más discreta, menos dramática. Una adolescente rara y fea que ya había escrito su primera novela de fantasía a los catorce años (historia que hoy sigo escribiendo) y que, con ello, había decidido el destino de su vida entera. Una adolescente que, en el mejor caso, era ignorada por ser poca cosa; y que, en el peor, recibía el escarnio de hombres y mujeres de su curso por no ser cuica (de clase alta; estudiaba becada en un colegio particular), ni convencionalmente femenina, ni simpática, ni interesada en las cosas que se supone que deben interesarle a las jóvenes a esa edad, de esos perfiles socioeconómicos.
No logré ser un Sebastián: nunca tuve el valor de estar verdaderamente sola y no ser amiga de nadie. Tuve amigos que hoy podría llamar funcionales al contexto: con algunos, el vínculo era demasiado superficial para trascender más allá de la sala de clases y el parloteo banal del momento, pese a cierto afecto general, y con otro en particular, con el que sí profundicé más, tal vínculo resultó emocional, atrozmente violento, y casi me cobré la vida por él.
A veces sueño que estoy otra vez en ese colegio, como le pasa a tanta gente. Pero a veces no es solo un espacio arquetípico de ansiedad, como le pasa a la mayoría de la gente. A veces sueño que huyo de todo y todos y corro al tercer piso, o a un baño personal muy misterioso que estaba prácticamente escondido en el segundo piso y al que no iba casi nadie. Entonces me encierro ahí en un recreo eterno a leer un libro que nunca puedo recordar. Pero, al despertar, recuerdo que en el sueño fui feliz en esa soledad elegida y al fin reclamada.
Feliz en ser verdaderamente invisible, no ya el fantasma a medio camino entre una existencia marginal y poco importante y una inexistencia que era como estar muriendo constantemente ante ojos ajenos, que en realidad yo misma odiaba y que mi parte más bestial hubiera deseado cegar por su cuenta, simbólicamente.
Sin embargo, tanto en el caso de Javier como en el Eduardo, ellos miraban. Ambos miraban porque eran sujetos sensibles y neurodivergentes también, y porque ahora entienden mejor. Y ambos recuerdan.
Yo me pregunto: ¿habré sido recordada alguna vez? ¿Habrá habido entonces alguien que me miró tras bambalinas, pasiva pero atentamente, sin que yo nunca pudiera advertirlo?
Siento que Javier y Eduardo hablan desde una distancia insalvable con sus sendos sujetos observados. ¿Dónde están ahora? ¿Quién son ahora? Al parecer, no se sabe.
Yo tengo mucha información mía en Internet por mis actividades de escritura, pero dudo mucho que alguien de mis pasados (el escolar, aun el universitario) recuerde mi mera existencia o, en el mejor de los casos, mi nombre completo, que además es bastante genérico.
Quien me buscara, me encontraría siendo lo que siempre, siempre fui, desde los catorce años: una escritora de fantasía.
Pero no creo que la percepción de mi persona mejorara o cambiara demasiado si alguien de todos esos años supiera que me he convertido en lo que mi destino adolescente eligió para mí misma, y que, aunque podría no parecerlo (a veces hasta a mí misma me cuesta creérmelo), sí me he vuelto una persona más bondadosa con el tiempo.
Y está bien, tampoco importa: quizá incluso me sentiría muy incómoda si algo así pasara. Tan, tan incómoda que tal vez debería escribir una historia sobre ello, para purgar la mera idea en la ficción.
Pero a veces una se entera igualmente de que, contra toda esperanza, y contra todo sentido común, hubo gente mirando desde otros frentes.
En particular, hace un tiempo me enteré de que había un lector llamado Gonzalo que llegó a conocer un proyecto literario colectivo al que le dediqué mucho de mi energía y esperanzas juveniles y cuya pérdida me dañó mucho. Un proyecto que, normalmente, casi nadie recuerda, o que es recordado en sus horas más mediocres (pos 2014), cuando además yo ya no formaba parte de él.
Gonzalo me comentó algo que también me quedó marcado. Al compartirle mi frustración de sentir que nuestro trabajo en este proyecto no hubiera dejado huellas relevantes y que todo ese esfuerzo y ese dolor bien pudieron haber sido en vano, me respondió como correspondía a tal muestra mía de patética flaqueza personal: desde la fantasía. Y desde la fantasía de Tolkien.
Parafraseo:
La mayoría de los hobbits nunca supieron lo que hicieron los cuatro que se sumaron a la Comunidad.
De una forma u otra, creo que todos somos hobbits destinados a ver muchas cosas a lo largo de su vida, y sobre todo en su infancia y juventud. Pero ahora, de adultos, todo se decide en lo que haremos a partir de esas visiones y de esos recuerdos, tanto de las visiones ajenas como de las experiencias propias.
Yo he elegido mis historias, mis palabras, como redención, propia y ajena. Yo salí a mi modo de la Comarca y pretendo aportar con mi pequeña vida a la gran causa de salvar el mundo, ojalá como uno de esos hobbits.
Solo espero que todos esos Wallys o Sebastianes que ahora viven entre nosotros, sea quien sea que los esté mirando, encuentren también su redención en algún recodo del camino.
Bien, hablando de pasados, estaba yo revisando mis entradas antiguas del boletín y descubrí algo muy tonto: ¡de pronto se me olvidó incluir la ilustración del pajarito azul cargando una carta, y no apareció más en los cierres de mis boletines!
Por supuesto, nadie lo notó, o nadie me lo hizo notar, que para el caso es lo mismo. Pero yo lo he notado y eso es lo único que importa por ahora. Así que aquí está otra vez, en toda su gloria.
¡Nos seguimos leyendo!
Ay, tus reflexiones junto con los textos adjuntos me ha hecho pensar mucho también en mi propia manera de relacionarme con otras personas a lo largo de mi vida... Y llega esto en un momento muy curioso pues recién me enteré de algo sobre una ex-compañera de la universidad.
Mucho que considerar.