#34 La fantasía no es "solo" fantasía
De cruces no forzados entre géneros
Hola.
Como comenté hace unos días, este boletín tan seguido del otro obedece a la difusión de dos eventos académicos en los que participaré a inicios de noviembre, y otro evento literario que ha surgido en medio.
Aprovecho de compartir una reflexión sobre un tema que me quedó dando vueltas a propósito de mi curiosa participación, siempre desde la fantasía, en eventos que no la contemplan en absoluto.
En este boletín se presentan:
🎓 Sendos avisos de participación en eventos académicos dedicados al terror/lo fantástico.
🎤 Aviso de participación en un evento literario, a propósito de la no ficción.
📝 Una reflexión sobre la fantasía y sus potenciales cruces con otras estéticas.
Ponencia en el X Simposio Internacional de Estética (PUC)

Aquí voy a presentar una ponencia titulada “La magia colonialista en la fantasía épica de Liliana Bodoc: análisis de los brujos antagonistas en La Saga de los Confines y Tiempo de dragones”.
Este es el resumen adaptado:
En esta ponencia, desde el marco de teorías sobre lo monstruoso, analizaré las expresiones mágicas viscerales de dos antagonistas brujos en las trilogías La Saga de los Confines y Tiempo de dragones, de Liliana Bodoc.
Mi propósito es plantear que estos personajes, desde códigos de la fantasía y del horror, se constituyen como monstruos con rasgos colonialistas, lo que refuerza una mirada decolonial en la propuesta de fantasía de Bodoc.
DATOS DEL EVENTO
📅Día: Jueves 6 de noviembre de 2025.
⏰Hora: 15:00 - 16:30 horas.
📍Dónde: Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Estética, Campus Oriente (Jaime Guzmán Errázuriz 330, Providencia, Región Metropolitana, Chile). Auditorio Fidel Sepúlveda.
🪑Mesa: Mesa 11.
🌐Programa del evento: AQUÍ. (Enlace de Google Drive provisto por la cuenta de IG del Instituto).
Ponencia en el II Congreso Internacional de Ficción Fantástica Iberoamericana (UAI)

Aquí voy a presentar una ponencia titulada “El carnaval como estrategia de redención del monstruo en dos cuentos infantiles de Elsa Bornemann”.
Este es el resumen adaptado:
En esta ponencia, analizaré dos cuentos de terror infantil de la escritora argentina Elsa Bornemann: “Con la piel de gallina” y “El malo de la película”.
Mi propuestas es que sus personajes monstruosos buscan integrarse a la sociedad desde formas carvanalescas, como una fiesta de disfraces o la actuación fílmica.
Sin embargo, sus propósitos son frustrados cuando se revela su verdadera naturaleza, lo que deriva al rechazo del monstruo por la normatividad social.
DATOS DEL EVENTO
📅Día: Viernes 7 de noviembre de 2025.
⏰Hora: 15:30 - 16:40 horas.
📍Dónde: Universidad Adolfo Ibáñez, Facultad de Artes Liberales (Diagonal Las Torres 2640, Peñalolén, Región Metropolitana, Chile). Auditorio Edificio Talleres E, Sala 109-A.
🪑Mesa: Mesa 20.
🌐Programa del evento: AQUÍ. (Web de la Universidad)
Participación en panel de la ALCIFFCON IV
(ALCIFF ha usado IAG para muchos sus afiches de actividades relacionadas con el evento, así que no los compartiré acá. En todo caso, el de este panel no lo han subido al momento de enviar este boletín).
He sido invitada a participar en el panel “El andamiaje de la literatura que leemos”, dedicado a explorar el pensamiento crítico en la ficción imaginativa desde aristas como el ensayo, la crítica y la edición. Esta es una actividad inscrita en la programación de la ALCIFFCON IV, un evento gestionado por una organización local del mismo nombre, dedicada a la ficción especulativa1.
Aunque ALCIFF no refuerza la fantasía y promueve ante todo la ciencia ficción, como ha sido la tónica general de la mayoría de las iniciativas colectivas históricas de ficción imaginativa en Chile, poco a poco han ido surgiendo pequeñas propuestas divergentes. Así, mi editor de Imaginistas, Donald McLeod, ha podido coordinar una mesa de estas características y le ha parecido razonable invitarme.
En ese sentido, me alegra y estoy agradecida de poder participar de espacios que eventualmente pudieran abrirse más a la fantasía y, ojalá, esperar que mis intervenciones desde ahí puedan aportar a los temas planteados. En este caso, me resulta de gran valor el enfoque de la mesa, pues la ficción imaginativa siempre ha estado asediada por las amenazas comerciales, y creo que la idea del pensamiento crítico y autoconsciente de las aristas indicadas puede ser una buena forma de hacerle frente desde el campo chileno, además de profundizar en los huesos de los que nos mueve de la imaginación. En particular, sobre todo tras la publicación de La añoranza feérica: ensayos sobre literatura de fantasía, me interesa mucho el texto ensayístico para explorar inquietudes y repensar el propio trabajo literario.
No sé qué tipo de público me encuentre; no es un tipo de espacio colectivo en el que esté acostumbrada a moverme. Sin embargo, el panel es bastante variado, así que al menos debiera estar interesante, de nuestro lado de la mesa.
DATOS DEL EVENTO
📅Día: Jueves 6 de noviembre de 2025.
⏰Hora: 19:00 - 20:30 horas.
📍Dónde: Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), BiblioGAM (Av. Alameda 227, Santiago, Región Metropolitana, Chile).
🪑Panel: Único. Integrantes: Cristian Cristino, Dana Lima, Celso “xelsoi” Iturra, yo. Moderación: Donald McLeod.
🌐Programa de la convención completa: AQUÍ.
La fantasía no es “solo” fantasía
Hace muchos años, una escritora acuñó una expresión que a muchos pareció sofisticada y la pauta a seguir en ficción imaginativa: “géneros desdibujados”. Como el nombre sugiere, esto apuntaba a la idea de que, en su estado contemporáneo, los subgéneros no miméticos debían entrecruzarse entre sí para resultar interesantes y complejos.
Por supuesto, yo siempre detesté esta idea. O, mejor dicho, la imposición local de esta idea y lo que acarreaba consigo: el descarte e invalidación de toda expresión que se desmarcara de ella.
La razón de este rechazo mío es muy obvia: como siempre he dicho, en todas partes y en todos los tiempos, a mí solo me interesa la literatura de fantasía. Actualmente, no tengo ningún interés en escribir desde otra estética, pues me parece que la fantasía tiene toda la riqueza que espero, que busco y que ni siquiera rozo aún en su mero concepto en lo que a expresión literaria respecta. Mi intensa dedicación de años en la fantasía no ha hecho sino confirmar empíricamente esto, que intuí como un llamado cuando me consagré a ella. Por ello, a mí la idea del desdibujamiento como necesario enriquecimiento no me ha hecho nunca ningún sentido. Antes bien, fuera de que pudiese constituirse como una propuesta poética personal, y por ello naturalmente válida si otros la enarbolaban con sinceridad para sus propios proyectos nada más, comencé a sentirla cada vez más turbia en sus verdaderas motivaciones y orígenes.
Varios años después, me encontré con otra variante destacada de esta premisa en el manifiesto de una editorial de género. Hoy veo que ya no tienen esa descripción en su web, pero no importa, porque recuerdo su trasfondo. La idea de este sello era que incentivaban la hibridez porque aborrecían la “pureza genérica” y sus connotaciones (ojo aquí) fascistas.
Es decir, para esta gente, amar la tradición aparentemente más nítida de una estética literaria te ponía al mismo nivel que a un amante de discursos y prácticas de odio. Estaremos de acuerdo con que una cosa es que te rechazaran como escritora por no adscribirte a una tendencia puntual de cruces genéricos, algo ya desagradable en sí mismo, y otra, bastante más atroz, que te endilguen falsos estigmas ideológicos por una preferencia personal.
Aunque, como sabe cualquier amante de Tolkien, existe toda una corriente histórica de gente obsesionada con vincular fascismo y fantasía, tanto aquellos seres detestables que efectivamente buscan apropiarse de ella para sus propias agendas políticas vitriólicas como aquellos otros, detestables de maneras diferentes, que necesitan una excusa resonante para justificar su propio odio hacia una expresión literaria llena de maravillas.
Con el tiempo, he visto premisas parecidas a estas en otros contextos. Con el tiempo también, descubrí que paradójicamente la única verdadera “pureza genérica” que se suele rechazar es la de la fantasía, malintencionadamente reducida aquí en su variante más conocida: la fantasía épica neomedievalista. Diversas personas que llevaban la presunta hibridez como bandera de lucha terminaron escribiendo, publicando y promoviendo obras bastante homogéneas en sus propuestas desde las estéticas sospechosas de siempre: la ciencia ficción, el terror, lo fantástico. La escritora a la que he referido al inicio terminó además escribiendo e instalándose comercialmente desde un género mimético2.
O sea, lo que en realidad les molestaba a estas personas no era una concepción que, en sí misma, pudiera pensarse como reduccionista desde la categoría de ficción imaginativa. Lo que les molestaba era la fantasía, o más bien su visión monolítica y simplista de esta. Cuando promovían estos desdibujamientos o las hibrideces varias, no lo hacían tanto por un genuino interés en cruces estéticos, sino para justificar sus propios proyectos narrativos del momento (válido) y tener una razón explícita para descartar cualquier propuesta de fantasía “tradicional” (confrontable).
No es algo que me sorprenda a estas alturas, la verdad, aunque no por ello no deja de ser menos doloroso y lastrante. En cualquier caso, me interesó abordar este asunto en esta oportunidad porque quería destacar un reverso que arroja una luz interesante sobre este conflicto: la problematización de lo que en realidad podría implicar una “pureza genérica”.
La conceptualización de una “fantasía pura” me resulta muy extraña, y un tanto extemporánea de ver como formulación en un adulto.
He contado muchas veces que, en mi distancia literaria de la fantasía hacia mi pubertad e inicios de la adolescencia, por culpa de los planes lectores realistas y masculinistas, me sostuve desde los videojuegos imaginativos. Casi todas las historias de las que abrevé en ese medio eran JRPGs, y si bien hoy entiendo que la estética y los valores cardinales de muchos de ellos pertenecen a la fantasía, me era y me es ahora indiscutible que estos títulos dialogaban con muchos géneros no miméticos en sus tejidos ludonarrativos. Nunca me molestó esta hibridez en estos videojuegos: me pareció siempre orgánica, siempre profundamente fantasista en su espíritu último, por más aeronaves y retro-tecnologías que insertara.
Cuando al fin pude retomar la senda perdida de la fantasía desde la literatura, sin embargo, me pasó algo curioso: quise buscar más de estas expresiones, desde eso que yo había identificado intuitivamente como “pureza”. No estoy segura de por qué. Quizá porque, mientras más escarbaba en el campo literario de género, desde las limitaciones de mi asocialidad, mi pobreza y mi ausencia de Internet, rara vez encontraba obras de fantasía, o incluso obras híbridas que supieran integrarla o realzarla como hacían algunos de mis JRPGs favoritos.
Estoy hablando más o menos del tiempo comprendido entre mis 15 y 20 años, más o menos, cuando contaba con escasas lecturas diversas y profundas en el cuerpo, y nulos estudios especializados3. En mi caso, esta conceptualización imprecisa me servía para separar lo que yo amaba (la fantasía) de lo que no (todo lo demás, básicamente). Recuerdo incluso haber usado el gracioso pleonasmo de “fantasía fantasía”, lo que igual podría entenderse (aunque no excusarse) dada la mezcolanza conceptual atroz de términos4.
¿Y qué era para mí la fantasía en esos años, más o menos? Bueno, un atajo importante era el mundo secundario neomedievalizado y/o más cercano al imaginario del cuento de hadas. Harry Potter era, para mí, una suerte de excepción (a eso voy con lo de escasas lecturas). Una distinción pobrísima, pero en principio bastante más útil de lo que parecía. Claro que esto me trajo muchos problemas también, como mi fiasco cuando me regalaron Un mundo sin fin de Ken Follet (“medieval → fantasía”) y me encontré con una suerte de telenovela seudo histórica, sin nada de maravilla ni, pues, fantasía. Pero, en retrospectiva, creo que mi expresión de añoranza estuvo tan bien puesta como pudo en esos tiempos de precariedad de estímulos literarios e intelectuales.
Ahora, insisto en la palabra AMOR: yo quería especificar lo que amaba, lo que me interesaba, para expresar tangencialmente a otros por qué significaba tanto para mí y, por qué no, ver si alguna persona conectaba con esto. En esos años tempranos, no tenía ningún resentimiento contra la ciencia ficción & lo fantástico porque sus adherentes aún no me hacían sentir tan excluida en mi devoción como el resto de la sociedad lo hacía con mi propia persona general. Tampoco estaba al tanto de cuán marginada estaba la fantasía como literatura válida, incluso desde aquellas corrientes que debían ser sus hermanas imaginativas, ni cuánto debía luchar siquiera para su derecho a existir estéticamente, fuera de los habituales circuitos de tendencias editoriales.
Pero tampoco sabía entonces que no existía nada parecido a una “fantasía pura”. La “fantasía paradigmática”, noción que al menos se ha propuesto y discutido académicamente, es El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, sí. Pero esta obra en sí misma es cualquier cosa, menos homogénea.
Esto lo puede intuir cualquier persona que haya leído con un mínimo de cariño la novela en la adultez y luego haya explorado su tradición epigonal, sobre todo la comercial. Cuando la gente critica la “fantasía épica genérica”, no parece estar hablando en realidad de la textualidad de Tolkien, sino más bien la de, por ejemplo, Robert Jordan, Terry Brooks o la juvenilia de Christopher Paolini.
Si se me permite el exabrupto, incluso diría que ESDLA es como una especie de “deconstrucción” de la “fantasía épica genérica” misma, en una movida interesantísima y lógicamente contradictoria porque se deconstruye una expresión que ni siquiera se ha instalado aún como tal5. Si se me permite otro exabrupto, ni el Quijote se atrevió a tanto. ¿Por qué propongo esta aparente ridiculez? Pues por por algunos de sus aspectos temáticos generales: el objeto mágico debe ser destruido en lugar de encontrado, el héroe fracasa en su misión y no puede volver nunca restaurado por completo a su hogar, tras derrotar al Señor Oscuro se demuestra que aún hay males pequeños que pueden ser tanto o más deletéreos a su modo, etcétera.
Más interesante aún me parece la propuesta de Martin Simonson en su libro El Oeste recuperado: la literatura del pasado y la construcción de personajes en El Señor de Los Anillos, que profundiza en una arista que creo que otros académicos tolkienistas como Verlyn Flieger ya habían trabajado: el cruce genérico en ESDLA.

Porque sí: en su estudio, Simonson identifica diferentes géneros que se incrustan y expresan, de maneras en ocasiones dialógicas y en otras más tensas, entre sí. Estos géneros son el mito, la épica, el romance y la novela, dentro de las expresiones del realismo (SÍ), el gótico y las aventuras.
Al margen de su interés académico, en sí mismo también marginal, leer el estudio me hizo muy feliz porque me permitió completar algo que solo entendía desde la intuición: que la obra de Tolkien no tiene nada de homogénea ni sencilla, y que en su textualidad misma demuestra, para quien sepa ver los hilos de conexión, este cruce genérico que tantas personas le han negado al instalarla como falsa “fantasía pura”.
Desde luego, supongo que no son todos estos géneros lo que algunos esperarían, pero qué es lo que quieren: ¿ciencia ficción? Pues tiene gótico, ¿no es suficiente? Tiene también terror, y un indicio de lo fantástico en el Bosque Viejo. ¡Tiene hasta realismo! ¡Por Dios!
No me extraña que mis inclinaciones a otras estéticas que considero más próximas a la fantasía que, por ejemplo, la ciencia ficción, coincidan en parte con las identificadas por Simonson. Por los años en los que leí ESDLA, en mi adolescencia, comprendo que quizá fue la primera vez que entré en contacto con varias de ellas, aunque hayan estado integradas al tejido narrativo de la fantasía. Y eso me alegra.
A diferencia de otras personas, ahora no me molesta en nada deberle tanto a Tolkien, y cada cierto tiempo descubrir que le debo aún más de lo que imaginaba. Quizá, si te formaste como un escritor sin la noción de lo importante que es la tradición del género que escribes y amas, en este caso la fantasía, no sientas la inclinación por valorar lo mucho que nos dio Tolkien, aunque detestes su obra.
Pero es importantísimo hacerlo, por supuesto. Sin quienes nos dieron amor y estabilidad para crear propósito, no hubiéramos podido ser nadie, nunca. Casi todo lo bueno y reparador de mi vida se lo debo a la fantasía; casi todos los horrores con los que aún lucho, al mundo real, des-imaginado.
Yo me voy ahora (es un decir; ojalá pudiera irme en realidad) contenta con este pequeño hallazgo, que a su manera es extensible a otras obras de fantasía también injustamente rotuladas como “puras”, cuando no lo son. También me voy esperanzada ante la perspectiva de poder incursionar en mis propios cruces genéricos desde la fantasía, a mi manera y desde los subgéneros que de verdad me motiven, cuando me surja la vocación y el interés.
Al respecto, en una entrevista, un escritor que cultivaba múltiples expresiones imaginativas me preguntó, desde la curiosidad y no desde la mala intención, si no me había interesado o interesaría escribir ciencia ficción. Mi respuesta fue que no6, claro, pero sí declaré de manera espontánea que me atraía más el horror/terror, por su filiación al cuento de hadas. No he podido sacarme de la cabeza una cita que le leí al especialista Brian Attebery, que proponía, acaso de manera graciosamente limitada, que el terror era fantasía sin eucatástrofe. Pero a mí me encantó esa premisa y me ayudó a reconciliarme con este género, por lo mucho que podemos compartir con él desde nuestra naturaleza de Fantasistas.
Probablemente nunca llegue a escribir terror sin cruzarlo con la fantasía, pero al menos ya estoy intentando avanzar a ello desde mis propias investigaciones. Los dos eventos académicos en los que participo están temáticamente enmarcados en el terror y lo fantástico.
En el de la PUC, propuse una lectura arrojada: analizar los brujos de la obra de Liliana Bodoc desde códigos del terror. Me fascina la visceralidad idiosincrática de estos personajes en la autora, y quería dedicarme a seguir explorando su tratamiento ideológicamente disfórico en miras a mi tesis. No soy experta ni mucho menos en el estudio del terror, ni me interesa serlo, pero esta pequeña aproximación me ha motivado mucho.
En el de la UAI, por su parte, si bien trabajo con un corpus explícito de terror como lo son los cuentos de Elsa Bornemann, mi lectura busca destacar lo que en ellos no responde tanto a los efectos deprimentes de lo fantástico y el terror mismo, como a la fantasía (sin citarla jamás). Tampoco cito a Attebery, por temas de tiempo y espacio, pero tuve su cita clavada en mi mente mientras preparaba la ponencia, y eso es todo cuanto puedo anticipar de mi trabajo.
Supongo que, en principio, pueda ser más abordable para mí leer y asimilar cómo podrían darse los cruces genéricos que me interesan en obras ídem, sobre todo en la medida en que el contexto me fuerza a estudiar los códigos de otras estéticas. Luego decantaría este interés a mi propia obra, mi propia palabra. ¿Qué formas irían a tomar entonces? No puedo saberlo.
Por lo pronto, se me ha instalado ya una duda curiosa, que apenas puedo comenzar a responder(me): ¿qué cruces genéricos ya habré adoptado en mi obra, publicada e inédita, tal vez sin haberme dado cuenta, prisionera yo también del encasillamiento de otros?
Espero descubrirlos con tiempo, sin prisas ni ansiedades, y aceptarlos en el tejido de mis historias, como quien acepta la rugosidad natural de una piel que lleva muchos años rozando el mundo.
Para cerrar, y en consideración a la fealdad de las imágenes de este boletín, dejaré esta sobre Over the Garden Wall, la preciosa serie animada de fantasía (y algo más…) de Patick McHale, para poder poner de portada.
Viene Halloween y los umbrales con los Otros Mundos se difuminan. No olviden sus Jason Funderburker7 cuando toque volver de sus aventuras en los Más Allás…
Con esto hemos llegado al final del boletín.
Aunque parezca extraño, a veces releo mis propios boletines, incluso desde estos paratextos intrascendentes, como si buscara en ellos algo que he olvidado o la ilusión de otra voz. Siempre trato de apelarlos a ustedes, los lectores (reales e hipotéticos), en estas bajadas: que lean, que comenten, ¡que hagan algoooo!
Pero esta vez me apelaré a mí misma.
Paula, espero que, cuando releas este boletín, todo lo de aquella semana haya ido bien y puedas al fin comenzar a descansar un ratito. Y quizá a desaparecer un poquito más, de las maneras que estimes convenientes. Piénsalo.
Categoría paraguas que se ha instalado como la dominante para describir aquello que yo siempre he preferido denominar ficción no mimética e imaginativa (conceptos no propios, por cierto), pues me parecen términos más incluyentes y equitativos en lo que respecta a la consideración de la literatura de fantasía. Tengo muchos reparos con la idea de la “especulación” como algo vinculado a la fantasía, pero no es el momento de detallarlos.
Tampoco es que en realidad la terminología me afecte tanto en sí misma, como a veces cree la gente. Como he comentado en otros textos, lo que en verdad me interesa es que la fantasía no sea vea excluida dentro de estas denominaciones. Podrías llamarle a estos conjuntos “ficción delulu”, pero si te aseguras de contemplar la fantasía, estaré contenta. (Y bueno, la fantasía misma es muy delulu, también. Tal vez no fue el mejor ejemplo. Qué cansada estoy).
Y ese es precisamente uno de los problemas pragmáticos que encuentro en el concepto “ficción especulativa”: salvo destacadas excepciones, el término se usa más como un sinónimo sofisticado y gentrificado (esta es otra idea que espero explorar a futuro) de la ciencia ficción. Hay gente a la que no le importa o no se da cuenta, en ocasiones gente que justo no suele considerar a la fantasía, o bien, que considera la fantasía como una dimensión más (usualmente menor) de sus intereses imaginativos.
Como a mí solo me interesa la fantasía, en seguida me doy cuenta, y me importa. Mucho.
En todo caso, no voy a discutir la masividad del concepto “ficción especulativa” ni enemistarme con la gente que aprecio (y que además aprecia mi trabajo) que lo usa, por pragmatismo o convicción personal. Simplemente, yo misma me aseguraré de no usarlo.
Sospecho que esta escritora ni se acuerda de su conceptualización, ni considera (ni le importaría) todas las complicaciones que en su momento causó en nuestra intención de un planteamiento local de la fantasía como una literatura válida, definible en ciertos rasgos más o menos discretos, que merecía su espacio legítimo como cualquier otra ficción imaginativa.
Complicaciones que, por lo demás, se mantienen hoy.
Siempre recuerdo que recién conocí el trabajo de lo fantástico de Todorov en mi Seminario de Tesis del pregrado.
En mi veintena, en el contexto de Fantasía Austral, y por cierto tiempo más, me acostumbré a escribir en mayúsculas la palabra Fantasía para insistir en ella como género. Un recurso poco elegante, claro, pero a mi juicio más digno que llamarle fantasy.
Dejé de usar las mayúsculas, aunque con ocasionales inconsecuencias, por razones prácticas y, aunque no lo parezca, ideológicas: no tenía ni tengo energías de justificar esta marca estilística en un contexto académico ante investigadores profesionales y pesados, y creo que a estas alturas no tengo que darme tantas vueltas innecesarias, considerando que lo importante es mi propio trabajo literario e investigativo que pueda hacer en su nombre.
La fantasía misma es un nombre propio, sin necesitar mayúsculas.
(Aún escribo indistintamente “fantasista” y “Fantasista” según el contexto. Luego decidiré qué hacer).
Este interesante video, de la escritora y YouTuber Hilary Layne, identifica a un culpable que siempre había querido poder nombrar: Lester del Rey. Según su exposición, él habría sido el responsable de la instalación comercial de la fantasía ídem en Estados Unidos y, como suele pasar con los males gringos, exportado ideológicamente al resto del mundo.
Lo chistoso del asunto es que yo sí escribí (y me PUBLICARON) un cuento de “ciencia ficción” alguna vez: “Un árbol para el nuevo mundo”, en la antología Alucinadas IV de España. El cuento está en mi web, pero no voy a poner el enlace, qué lata; si les interesa, búsquenlo ustedes.
La simpática rana que el también simpático personaje de Greg lleva consigo.




Muy buena reflexión sobre la mezcla de géneros literarios en la fantasía. Referido a esto, la parte del tumulario en La comunidad del anillo siempre me había parecido que era Tolkien escribiendo terror y además de forma magnífica.
Muchas gracias por tus reflexiones sobre la fantasía. Para mí son muy valiosas pues siempre me hacen pensar y aprender, cosa que parece que cada vez me cuesta más encontrar entre tanto contenido vacío.